sábado, 21 de abril de 2012

Capítulo 3.

Unas semanas más tardes...
 Ashley mira con cierto nerviosismo el reloj. Las doce en punto de la mañana. Vuelve a mirar, las doce y tres minutos. Iba a alzar su muñeca por tercera vez cuando Angelina le cogió la mano.
 -Deja de mirar la hora que me estás poniendo nerviosa- le dijo bruscamente. Ash no se lo tomó a mal, ambas se encontraban un poco fuera de lugar. Ya habían pasado ocho años de la última vez que se había generado esa estampa, con la diferencia de que, eran otros los que se iban y los que llegaban.
 Angelina divisó al fondo a dos figuras familiares y se dirigió hacia ellas. Ash, al darse cuenta siguió los pasos de su madre. Y llegó el momento. Los cuatro una vez más, frente a frente, con un cúmulo de sentimientos que les abordaban. Con unas ganas de volver a sentir lo que algún día sintieron. Con esas ganas que tenía Ashley por volver a ser...una familia.
 -¡Papá!- le dijo y se acercó hacia él. Le abrazó tan fuerte y durante tanto tiempo, que parecía que quería darle todos los abrazos que no le pudo regalar durante esos ocho años. Ash no sabía si sentir tristeza o alegría, pero sentía que el estar cerca de Raúl le haría bien, es lo que le hacía falta, un poco de aire fresco, en su oscura cueva helada.
 Al apartarse de él, dirigió su mirada hacia su hermana. La relación con ella siempre había sido más fría. Cuando Jessica y su madre se saludaron, llegó su momento. Un momento en el que esa frialdad se evaporó, y pudieron, por lo menos una vez en su vida, decirse todo lo que se querían y lo que se habían echado de menos.
 Las doce y media. Ahora no era ella quien miraba el reloj, sino su padre. Era la hora del viaje. Su madre y su hermana volverían a la capital, y ella se quedaría allí, con su papá. Después de una larga conversación entre los cuatro, parecía que las cosas podían avanzar, pero llegaba el momento en el que sus caminos se bifurcarían una vez más.
 Al salir del aeropuerto, Ashley le pidió un favor a su padre.
-Antes de ir para la casa, me gustaría ir a la playa- le dijo y Raúl accedió encantado.
Al llegar, la dejó sola, según él, para que tuviera más intimidad, y Ash, se lo agradeció.  Pero, tenía miedo de volver a sentir lo que algún día le transmitió ese lugar. El solo echo de pensar que volvería a la playa, era el renacer de su infancia, pero todo acabaría  cuando se terminara el verano. Pero ella quería tumbarse en la arena y sentir los cálidos rayos del sol, bronceando su cuerpo, hasta que le doliese. Quería sentir el ruido de las olas al chocar con la arena. Quería saborear su labios salados por el mar.Quería mirar al horizonte y ver el atardecer de aquella tarde, así que salió corriendo del coche y empezó a revolcarse por la arena, como una niña pequeña,una niña feliz.
Ash corría por la orilla cuando se dio cuenta de que uno de los surfistas perdió el equilibrio y cayó de la tabla. Al ver que el chico no salía a la superficie, Ashley se temió lo peor, así que se quitó rápidamente la ropa y se metió en el agua. Hacía tanto tiempo que no nadaba que le costaba ganarle la batalla a las olas. Al llegar al encuentro con la tabla de surf se dio cuenta del porqué del que el chico no había salido, había corriente. Ash tomó aire y buceó. Y a pesar de la escaza visión que tenía, pudo divisar una melena rubia. Nadó hacía ella y le arrastró de un brazo hacia la superficie. Nunca había visto a un chico con esas facciones, en verdad, le impresionó lo guapo que era, pero eso no importaba, debía de hacer algo por él. Lo llevó hacía la arena, y a trancas y a barrancas lo logró sacar del agua. Ahora bien ¿qué le hacía, el boca a boca? No quedaría de otra.
Ashley se tumbó en la arena y le apretó fuerte el abdomen al surfista. Iba a acercar su  cara hacia la de él, cuando este empezó a echar agua por la boca. Por fin, Ash pudo suspirar tranquila.
-¿Pero qué...- empezó a decir él, pero su tos hizo que se ahogaran sus palabras.
-Tranquilo, has perdido el equilibrio y te has caído de la tabla. Al ver que no salías del agua he ido a por ti.
-Em, vale, gracias- le dijo sonriendo.
Ashley se levantó a coger  los vaqueros y su chaqueta, le resultaba incómodo que se le tranparentara la camisa al estar mojada, además no le hacia gracia mostrar su físico pues, nunca había estado del todo conforme con él. Al agacharse vio que el surfista estaba detrás de ella.
-Lo siento, tu me has salvado la vida y quizás no te lo haya agradecido como merecías. Ian- le tendió su mano.
- Ashley- ella también hizo ese último gesto.
Ian se fue tras su tabla y cuando Ash miró hacia el mar, él ya no estaba. El cielo empezaba a tomar texturas amarillentas y rosáceas, y el Sol, se refugiaba en su cabaña. De pronto, alguien la llamó.
Esa voz. Volvían a repetir su nombre. No puede ser. Las lágrimas brotaron de sus ojos automáticamente, como si ya estuvieran acostumbradas a ello. Volvían a llamarla. Ashley no se lo creía, después de tantos años volvía escuchar esa voz que la perseguía en sueños.
-Ashley- una vez más, Ash escuchó la voz de Diego.

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